No es la primera vez que desde el gobierno aluden a una
gran mayoría silenciosa. Lo ha hecho esta semana la portavoz del gobierno
Soraya Sáenz de Santamaría tras la gran manifestación de voluntad
independentista llamada Via Catalana y lo hizo hace un año el Presidente
Mariano Rajoy, desde Nueva York y con un purazo en la boca. Una mayoría
silenciosa que tiene derecho a que velemos por sus libertades y también por sus
opiniones, según afirma Sáenz de Santamaría. Aunque, obviamente, la
determinación de sus opiniones es bastante difícil puesto en silencio las
opiniones no se expresa; en cuánto a sus libertades las mismas que las de
quienes sí se manifiestan.
Por
supuesto, siempre habrá más personas que en un determinado momento y lugar no
se manifiesten por razones al menos físicas, pero considerar que una
determinada postura política no tiene más adeptos que quienes expresamente lo
manifiestan con una firma o una presencia física es una burda ocultación de la
realidad. Casi tan burda como pretender que quienes no se manifiestan, esa
mayoría silenciosa, respalda al Gobierno.
La Via Catalana
ha sacado a la calle a 1,6 millones de personas, quizá no tantos; muchísimas en
cualquier caso en contra han salido unas 200 congregadas en un mitin por Alicia
Sánchez Camacho y una docena de ultraderechistas que asaltaron una librería en
Madrid en la que se estaba desarrollando un acto por la soberanía de Catalunya.
Ese es el rechazo expreso al independentismo catalán. Las mayorías silenciosas,
mientras lo son, ni apoyan ni rechazan nada. Por mucho que Soraya Sáenz de
Santamaría se esfuerce en hacernos creer que ella es la voz de los sin voz.