martes, 11 de octubre de 2011

LA HUMANIDAD DEL OPRESOR

            Acabo de ver una película enmarcada en el conflicto judío-palestino. En la película se ven forzados a “convivir” un comando militar israelí y una familia palestina en una misma casa. Al acercarnos a unos y otros podemos tener la tentación de pensar que todos ellos son igualmente personas que tienen miedo, que sienten amor y compasión por sus semejantes, personas con necesidades y deseos iguales.
            No es la primera vez que se plantea esta tesis. El milico argentino que tras una agotadora jornada de tortura a los detenidos vuelve a casa y se manifiestas como un padre cariñoso, amante esposo, encantador conversador para sus amigos en distendidas sobremesas.
            El muchacho tejano enrolado en US Army destinado en Irak que, cuando no está arrasando una casa con sus moradores civiles dentro en la que tal vez, sólo tal vez, haya combatientes, fantasea con la novia que dejó en su pueblo.
            El cabo del comando israelí que, en un momento de distensión, charla con sus compañeros del partido que el Maccabi Tel Aviv va a disputar con el Real Madrid.
            El soldado alemán que callejea por el París ocupado y se acerca, simpático, a conversar con esa bonita francesita que sale todos los días en busca de pan y leche vestida con un abrigo raído.
            ¿Es esta la prueba de que, en el fondo, aisladas de sus circunstancias no son malas personas? Que un soldado en un país ocupado pretenda relacionarse con una chica autóctona puede ser natural, pero humano, propio de personas… El sexo no es humano, es animal. También los cerdos, los lobos o las hienas establecen contacto con hembras de su mima especie. En todo caso podríamos reconocerles un rasgo de “humanidad” en cuanto que no las tomen por la fuerza.
            ¿Son personas como tu y como yo? ¿Personas que aman, temen, ríen y lloran como cualquier otra? ¿Personas que sólo se están ganando la vida, honradamente? ¿Son las armas, el ejército, una profesión como otra cualquiera y una ocupación militar una empresa como otra cualquiera? ¡Joder! NO. Que la vida está muy perra para todo el mundo. Un joven israelí puede ganarse la vida como mecánico en un taller de Tel Aviv o apuntarse a las listas del paro o, por el contrario, puede vestirse el uniforme del ejército y expulsar familias palestinas de sus casas para que luego se establezcan colonos judíos. El joven tejano puede conformarse con vender su fuerza de trabajo como peón en un pozo de petróleo o recolectar maíz transgénico como jornalero o, por el contrario, puede alistarse en el ejército y aspirar a una bonita casa en la que formar una familia y criar unos hermosos hijitos, después de unos meses en Vietnam, Irak o Afganistán.
            ¿Son personas como tu y como yo? Lo siento pero no. Han renunciado a ser personas, han suprimido su conciencia; ideas y valores como la igual dignidad de todos los seres humanos. Ellos manejan otros conceptos: obediencia debida… Ellos han elegido no ser como tu y como yo. Son robocops, son mercenarios. Son opresores, a menudo en tierra extranjera.

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