viernes, 10 de febrero de 2012

Garzón el Campeador

El juez Baltasar Garzón ha sido condenado por prevaricación. La sentencia del Tribunal Supremo se ha tomado por unanimidad, sin votos particulares. No se si la Justicia es víctima con está sentencia o era con la práctica de las escuchas ordenadas por Garzón con lo que se resentía.
No conozco el sumario, ni la sentencia, tan sólo (el fallo). No se si su conducta tenía amparo legal o jurisprudencial o en su vanidad y egolatría se consideraba facultado para actuar al margen de la ley y por encima de  los derechos de los imputados. Lamentablemente, esta condena no se queda en la inhabilitación de Garzón para once años (que prácticamente será definitiva). Me temo que, de rebote, a algún que otro imputado en la trama Gürtel le posibilitará la absolución. 
Tiene Garzón otros dos procesos pendientes. Uno por investigar a los responsables de la desaparición de miles de antifranquistas al finalizar la guerra civil. El otro por el supuesto cobro indebido en la organización de unos cursos en cierta universidad estadounidense y de cierto banco español. Me da que el primero le puede suponer otra condena que, junto con la que hoy monopoliza a la prensa, le convertiría en un moderno Dreyfus. Con la ciudadanía dividida entre partidarios y detractores, le vale más la condena que la absolución. Deja la judicatura en olor de multitudes y con el prestigio de ser un represaliado por los franquistas camuflados en la democracia. El juez que se atrevió con las dictaduras latinoamericanas, el azote infatigable de “la ETA” y del narcotráfico caído en la batalla.
Para Garzón el futuro no pinta mal. Hoy protagonista de todas las portadas, mañana recurriendo al Constitucional y pasado, tal vez, preparando un libro de memorias que se convertirá en un best-seller. Con su currículum no le será difícil ganarse el currusco, siempre podrá encontrar acomodo en un Secretaria de Estado o impartiendo conferencias por universidades españolas o estadounidenses.  Si fuera absuelto de la última de sus causas abiertas, la de los supuestos cobros indebidos por los cursos en EEUU. Lograría una victoria "póstuma", al estilo del Cid Campeador que ganaba batallas después de muerto. Expulsado de la judicatura, derrotado en una lucha desigual contra un poder político que ampara a los corruptos, admirado en Argentina y Chile por el enjuiciamiento de sus dictadores, y libre de toda sospecha de avaricia o corrupción. Hay derrotas que valen más que una victoria y condenas más llevaderas que una absolución.

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